Aquel que llegó con un puñado seco de votos, se va bañado en lágrimas.
Aquel del que nada esperábamos nos deja mucho más de lo que le hubiésemos pedido.
Quién lo hubiese dicho.
Que aquí, bien al sur, al culo del mundo, llegaría por fin el aroma dulce de la guayaba, el viento ronco del altiplano, el cantar verde del Orinoco.
Que dejaríamos de pisar el patio trasero para caminar descalzos la patria grande.
Quién lo hubiese dicho.
Nosotros tan ateos, tan descreídos, tan exigentes, que jamás creímos en verdades absolutas,
¿cuánto hacía que no veíamos tanto pueblo amando, tantos buenos juntos?
Quién lo hubiese dicho.
Que llegaría el día del regreso de las manos callosas y engrasadas al almacén,
que volverían los manteles de hule a oler a miel y a cacao, a leche caliente y pan fresco,
que la discusión desterraría al bostezo.
Quién lo hubiese dicho.
Que las «locas» de los pañuelos blancos estarían conformes, que los ladrillos mutarían en escuelas,
que los besos que se daban a escondidas se darían en las plazas,
que los enamorados de la tortura se cagarían de miedo.
Quién lo hubiese dicho. que nosotros los militantes, los que perdimos la inocencia allá lejos y hace tiempo, los que nos vestimos de distintos colores, los que levantamos variopintas banderas, los que perseguimos quimeras esquivas, reverdeceríamos esperanzados.
Quién lo hubiese dicho.
Que después de tanta noche, de tanta escarcha, asomaría el sol tibio para calentarnos el lomo,
para avisarnos que la historia no había estirado la pata,
que seguíamos estando en nuestras manos,
que el terror empezaba a disolverse.
Quién lo hubiese dicho.
Que aquí, en estos pagos, donde un presidente valía un auto rojo, donde los «salvadores» huían en helicóptero,
donde la patria se vendía como las papas en el mercado,
aún pudiésemos reencontrarnos, reconocernos, redimirnos.
Quién lo hubiese dicho.
Que aquel flaco que llegó con la frente rota, la mirada bifurcada y la sonrisa ancha, nos dejaría con la frente alta, la esperanza intacta y los ojos clavados en el futuro.
Poco importa lo que diga su corazón cansado, la muerte no se mete con tipos así.
Hugo Vázquez Donelli (VT/2010)